
Judith Butler, siguiendo la estela de pensamiento dejada por Foucault, aborda en su libro Mecanismos psíquicos del poder, la paradójica cuestión de la producción del sujeto. La encrucijada de la cuestión de la producción del sujeto reside en la la siguiente proposición: si realmente el poder es positivo, en tanto que produce y configura sujetos y no es un mero aparato de prohibiciones que trabaja sobre conciencias y cuerpos ya dados, todo aquello que el sujeto acometa ahondará en su condición de sujeción, pues todo su poder de actuar le viene dado por su condición de sujeto producido. Sobre esta remisión continua del poder a sí mismo planea otra cuestión no menos compleja y es la de que si no existe un sujeto inmaculado con anterioridad a la sujeción, ¿sobre qué actúa entonces el poder? Los intentos de formular una respuesta buscando una salida a la intricada cuestión han sido muy variados, desde los que han abogado por la posibilidad de un sujeto revolucionario puro, obviando la cuestión de los condicionamientos de producción del sujeto político, pasando por los que en vista de tan fatal destino prefieren ilusionarse con la idea de hacer desaparecer al sujeto (creo que aquí es donde podrían englobarse muchos de los autores llamados posmodernos, especialmente los hermeneutas), hasta llegar a los que, conociendo bien los mecanismos y tecnologías de fabricación de las almas, por ser muchas veces quienes manejan sus palancas y circuitos, quieren hundir todavía más al sujeto en esas sus condiciones de sujeción. Estos obviamente son todos los apologistas del sujeto como portador de derechos, del individuo como díptico de derechos y obligaciones, los defensores del Estado de Derecho.
Judith Butler en este libro en concreto afirma que existe una desarticulación entre el poder que produce al sujeto y el poder que ejerce el sujeto. Que existe o que podría llegar a existir tal discrepancia, de modo tal que el poder viera su poder vuelto contra sí mismo, pero lo cierto es que no llega a explicar bien cómo se produce ese impasse, esa diferencia...Más tarde Butler, creo que como consecuencia de no haber podido ella misma encontrar una salida a estas tautologías, se centró en el tema de las parodias como posibles vías de escape. Sin embargo la imagen del poder que se dibuja con esta teorización de la resistencia como callejón sin salida es sumamente interesante, pues abre el pensamiento a un campo de posibilidades todavía por explorar.
Yo considero que la primera cuestión intrincada, la del sujeto como producto del poder, como cuestión cuya lógica apunta hacia una facilidad en la consolidación del poder no debería preocuparnos. Sin embargo la otra consideración, la de que si no hay sujeto antes de su producción por el poder, sobre qué demonios actúa el poder para producir un sujeto, esa cuestión es la que debería invitarnos a pensar, porque no solo debe ser la cuestión que obsesiona al poder sino la que abre nuestra posibilidad de fuga, y aquí creo que no queda más remedio que prestar atentos oídos al psicoanálisis y a su crítica, cosa que por otra parte es lo que hace Butler en el librito. Yo lo veo de la siguiente forma: más que ser producido en una red dispersa de poderes, esta imagen que nos brinda Butler evoca más bien un sistema intrincado de cañerías en el que no puede decirse si fluye un único líquido o varios líquidos (de no haber compuertas, presas, trampillas y demás mecanismos de separación el fluido sería único). Esto es, el sujeto sería único, habría un único sujeto, un poder y un cuerpo enormes que sería objeto de despedazamiento y departamentalización por parte del poder. De ahí que el poder sea el mismo para el sujeto ejerciendo el poder y para el sujeto siendo producido y de ahí también que no haya nada anterior al sujeto. Sin embargo estoy ya hablando de sujeto, como de una instancia originaria cuando hemos dicho que todo sujeto es producido, pero se me va a permitir orientar con esa terminología el desarrollo de la tesis puesto que a lo que quiero acercarme es a la idea spinoziana de la sustancia única. Ahora partimos desde una hipótesis no solo plausible sino que ofrece posibilidades reales de resolución y no solo callejones sin salida. Hemos llegado a la sustancia única de Spinoza no desde el absolutismo de la propia idea sino desde un planteamiento práctico, lo que vuelve esta idea, a mi entender, un poco más accesible, que no más necesaria. La primera cuestión que inmediatamente plantea el problema del sujeto único es de qué modo hay algo que se separa de sí mismo para volverse contra sí y saber si no nos encontramos frente a un círculo vicioso como el que nos planteaba formular los problemas desde el otro lado. La pregunta es, ¿cómo surge la trascendencia? Volvamos a la imagen del sistema de cañerias, podemos remitirnos también a ese plano de luz del que hablaba Bergson, igual da, entonces allí hay un flujo indiferenciado que circula en todas las direcciones, no creo ni siquiera que pueda hablarse de dirección, porque el sentido vectorial ya remite a todo un sistema de coordenadas organizado. El sistema, como cualquier otro, es inestable, caótico, pero tiende a formar consistencias (cataratas, obturaciones, reflujos, torbellinos, cauces tranquilos, etc...) que van dotando al flujo antes indiferenciado de una organización funcional y estética. Entonces, el fluido va a tender a repetir ciertos movimientos que hacen que el sistema reverbere, adquiera un ritmo y vaya perfilando hondamente un registro de movimientos. La reverberación no sería más que el anticipo de la subjetividad, pues no es otra cosa que cierta percepción que el sistema comienza a adquirir acerca de sí mismo, de tal forma que el sistema tiende a privilegiar los movimientos que hacen de él un sistema repitiéndolos. Quizá en eso consista la vida orgánica en su totalidad, en el deleite de percibirse a sí mismo como un sistema organizado. Y la trascendencia surge precisamente como esa instancia que elevándose por encima de las condiciones caóticas de cualquier modo de existencia pretende imponerse a sí mismo un conjunto de movimientos. La trascendencia es masturbación, movimientos repetidos compulsivamente y que proporcionan deleite de existencia. El tiempo se configura en este escenario como una variable fundamental y fundante. Por una lado el tiempo permite la aparición de la autoafección como antesala de la subjetividad. Estar a la vez que inmerso en el tiempo y fuera de él, midiéndolo, saltando de la vida a su organización, de la materia al espíritu. Cuando un ser ha sido capaz de organizarse como organismo, lo ha hecho sobre todo a costa de regular sus procesos vitales sobre la base del ciclo. Organismo=ciclo=organización. Las apetencias vitales son más percepción del transcurso del ciclo que reacciones a estímulos diversos. Sobre toda esta región de movimientos y percepciones de organización viene a instaurarse el lenguaje como el gran organizador, el gran separador y el gran repetidor. El hombre no es más animal racional que animal de lenguaje. La razón no la proporciona el lenguaje sino la efectividad, el éxito (no vamos a entrar aquí a valorar las superfluas aunque sutiles distinciones entre lo razonable, lo racional, lo raciocinal, etc...) .Todo lo exitoso es producto de una razón y hay multitud de éxitos que están fuera del lenguaje. Pero el lenguaje tiene la propiedad de repetir hasta el infinito tanto el fracaso como el éxito, y puede incluso, y ahí reside una de sus principales potencias, convertir el fracaso en éxito y viceversa. La vida humana como historia ha sido hasta ahora un completo fracaso del hombre en tanto especie, y sin embargo su relato apunta a un éxito sin precedentes. El lenguaje es el medio a través del cual lo trascendente es arrancado a la existencia real y los modos de existencia son convertidos en cuerpos-individuos. El lenguaje es como decía Deleuze, un medio para emitir consignas y también un medio para organizar la realidad separándose de ella y separándola en individuaciones-cuerpo relacionados jerárquicamente. Quizá la organización no sea más que emisión de consignas para movilizar la realidad, del mismo modo en que un mando moviliza a sus tropas mediante órdenes. Un cuerpo es por ello, en primer lugar un efecto de separación y un efecto del lenguaje. La batalla del cuerpo por volver a la indiferenciación (o diferencia difiriente o superposición de estados, para hacer un guiño a mi bella amiga) es siempre posterior. (continuará...)
Judith Butler en este libro en concreto afirma que existe una desarticulación entre el poder que produce al sujeto y el poder que ejerce el sujeto. Que existe o que podría llegar a existir tal discrepancia, de modo tal que el poder viera su poder vuelto contra sí mismo, pero lo cierto es que no llega a explicar bien cómo se produce ese impasse, esa diferencia...Más tarde Butler, creo que como consecuencia de no haber podido ella misma encontrar una salida a estas tautologías, se centró en el tema de las parodias como posibles vías de escape. Sin embargo la imagen del poder que se dibuja con esta teorización de la resistencia como callejón sin salida es sumamente interesante, pues abre el pensamiento a un campo de posibilidades todavía por explorar.
Yo considero que la primera cuestión intrincada, la del sujeto como producto del poder, como cuestión cuya lógica apunta hacia una facilidad en la consolidación del poder no debería preocuparnos. Sin embargo la otra consideración, la de que si no hay sujeto antes de su producción por el poder, sobre qué demonios actúa el poder para producir un sujeto, esa cuestión es la que debería invitarnos a pensar, porque no solo debe ser la cuestión que obsesiona al poder sino la que abre nuestra posibilidad de fuga, y aquí creo que no queda más remedio que prestar atentos oídos al psicoanálisis y a su crítica, cosa que por otra parte es lo que hace Butler en el librito. Yo lo veo de la siguiente forma: más que ser producido en una red dispersa de poderes, esta imagen que nos brinda Butler evoca más bien un sistema intrincado de cañerías en el que no puede decirse si fluye un único líquido o varios líquidos (de no haber compuertas, presas, trampillas y demás mecanismos de separación el fluido sería único). Esto es, el sujeto sería único, habría un único sujeto, un poder y un cuerpo enormes que sería objeto de despedazamiento y departamentalización por parte del poder. De ahí que el poder sea el mismo para el sujeto ejerciendo el poder y para el sujeto siendo producido y de ahí también que no haya nada anterior al sujeto. Sin embargo estoy ya hablando de sujeto, como de una instancia originaria cuando hemos dicho que todo sujeto es producido, pero se me va a permitir orientar con esa terminología el desarrollo de la tesis puesto que a lo que quiero acercarme es a la idea spinoziana de la sustancia única. Ahora partimos desde una hipótesis no solo plausible sino que ofrece posibilidades reales de resolución y no solo callejones sin salida. Hemos llegado a la sustancia única de Spinoza no desde el absolutismo de la propia idea sino desde un planteamiento práctico, lo que vuelve esta idea, a mi entender, un poco más accesible, que no más necesaria. La primera cuestión que inmediatamente plantea el problema del sujeto único es de qué modo hay algo que se separa de sí mismo para volverse contra sí y saber si no nos encontramos frente a un círculo vicioso como el que nos planteaba formular los problemas desde el otro lado. La pregunta es, ¿cómo surge la trascendencia? Volvamos a la imagen del sistema de cañerias, podemos remitirnos también a ese plano de luz del que hablaba Bergson, igual da, entonces allí hay un flujo indiferenciado que circula en todas las direcciones, no creo ni siquiera que pueda hablarse de dirección, porque el sentido vectorial ya remite a todo un sistema de coordenadas organizado. El sistema, como cualquier otro, es inestable, caótico, pero tiende a formar consistencias (cataratas, obturaciones, reflujos, torbellinos, cauces tranquilos, etc...) que van dotando al flujo antes indiferenciado de una organización funcional y estética. Entonces, el fluido va a tender a repetir ciertos movimientos que hacen que el sistema reverbere, adquiera un ritmo y vaya perfilando hondamente un registro de movimientos. La reverberación no sería más que el anticipo de la subjetividad, pues no es otra cosa que cierta percepción que el sistema comienza a adquirir acerca de sí mismo, de tal forma que el sistema tiende a privilegiar los movimientos que hacen de él un sistema repitiéndolos. Quizá en eso consista la vida orgánica en su totalidad, en el deleite de percibirse a sí mismo como un sistema organizado. Y la trascendencia surge precisamente como esa instancia que elevándose por encima de las condiciones caóticas de cualquier modo de existencia pretende imponerse a sí mismo un conjunto de movimientos. La trascendencia es masturbación, movimientos repetidos compulsivamente y que proporcionan deleite de existencia. El tiempo se configura en este escenario como una variable fundamental y fundante. Por una lado el tiempo permite la aparición de la autoafección como antesala de la subjetividad. Estar a la vez que inmerso en el tiempo y fuera de él, midiéndolo, saltando de la vida a su organización, de la materia al espíritu. Cuando un ser ha sido capaz de organizarse como organismo, lo ha hecho sobre todo a costa de regular sus procesos vitales sobre la base del ciclo. Organismo=ciclo=organización. Las apetencias vitales son más percepción del transcurso del ciclo que reacciones a estímulos diversos. Sobre toda esta región de movimientos y percepciones de organización viene a instaurarse el lenguaje como el gran organizador, el gran separador y el gran repetidor. El hombre no es más animal racional que animal de lenguaje. La razón no la proporciona el lenguaje sino la efectividad, el éxito (no vamos a entrar aquí a valorar las superfluas aunque sutiles distinciones entre lo razonable, lo racional, lo raciocinal, etc...) .Todo lo exitoso es producto de una razón y hay multitud de éxitos que están fuera del lenguaje. Pero el lenguaje tiene la propiedad de repetir hasta el infinito tanto el fracaso como el éxito, y puede incluso, y ahí reside una de sus principales potencias, convertir el fracaso en éxito y viceversa. La vida humana como historia ha sido hasta ahora un completo fracaso del hombre en tanto especie, y sin embargo su relato apunta a un éxito sin precedentes. El lenguaje es el medio a través del cual lo trascendente es arrancado a la existencia real y los modos de existencia son convertidos en cuerpos-individuos. El lenguaje es como decía Deleuze, un medio para emitir consignas y también un medio para organizar la realidad separándose de ella y separándola en individuaciones-cuerpo relacionados jerárquicamente. Quizá la organización no sea más que emisión de consignas para movilizar la realidad, del mismo modo en que un mando moviliza a sus tropas mediante órdenes. Un cuerpo es por ello, en primer lugar un efecto de separación y un efecto del lenguaje. La batalla del cuerpo por volver a la indiferenciación (o diferencia difiriente o superposición de estados, para hacer un guiño a mi bella amiga) es siempre posterior. (continuará...)

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