
Bueno, esto es un comentario dejado en una de las entradas del blog de bellacomoelmiedo, que por su extensión y su oportunidad creo que se hace merecedor de tener un sitio también aquí.
Benditas sean las mujeres que hacen ostentación de sus muslos, sus culos, sus vientres, sus coños y sus tetas. A estas es a las que solemos llamar zorras a falta de una palabra mejor. En realidad no deja de ser sintomático el hecho de que el canon de belleza que nos entrega la moda de pasarela sea una "mujer" lánguida, escuálida y ambigua (en el sentido raquítico de la palabra). Lo cierto es que incluso las bolleras más king no creo que dejen de hacer otra cosa que buscar desesperadamente con sus lenguas las tetas y coños de sus compañeras. No nos engañemos, la relación convencional es sublimación y la sublimación es desexualización (¿por qué extrañarse entonces de los fracasos por aburrimiento del modelo tradicional de pareja?). Es difícil rondar el concepto belleza, pero lo que está claro es que lo bello no consiste en ninguna figura urania que nos dé el concepto de lo bueno, sino que sería más bien producto de una acumulación de fuerzas que tienen en primer lugar un carácter sexual, sádico y por tanto "malo". Lo bello sublimado es por tanto la falacia del matrimonio y de las instituciones mientras que lo bello sexual sería aquello que funcionaría como resorte de nuestro deseo.
Cada uno hemos sido dotados de una serie de cavidades y abultamientos, de líneas y curvas (vectores en suma), que yo no me atrevería a llamar atributos, modificables quirúrjica y hormonalmente, y con ellos perseguimos crear una gran obra de arte. Podemos renegar de ellos porque estimemos que no nos ayudan a componer la gran obra que perseguimos, pero no por ello digamos que nos hemos pasado al otro bando. Lo fácil es establecer que como el pene se acopla más o menos bien a una vagina, pues la mujer y el hombre componen un binomio natural irremplazable. Me parece muy bien, pero entonces no devaluemos el trabajo del niño que ha forzado el acoplamiento de dos piezas de su puzzle o su lego. Me podrán replicar, resultando del todo anticuados, que la reproducción es cosa de un hombre y una mujer y yo les contestaré que enhorabuena, quedaros con vuestras máquinas de babear y joder vidas. Además ya no se trata de un hombre y una mujer sino de entidades biológicas mucho más pequeñas a las que les importa un rábano si su continente tiene barba y pene o unas buenas tetas o ambas cosas.
El hombre no es dominador por algún supuesto atributo o dote natural que le confiera más fuerza o inteligencia o alguna predisposición especial para el dominio. El hombre es o era simplemente más feo y más descuidado y por eso se vio abocado a las tareas más ingratas (la caza, la guerra...). Siempre es mejor estropear o poner en riesgo una cosa peluda con un colgajo de pene y testículos que una buena hembra tetona y muslona. También es posible que la fealdad congénita del hombre se tradujera en una líbido más cuantiosa que le forzara a procurarse la belleza a través de la relación sexual con la mujer y que ésta le chantajeara entonces con privarle de ese placer si no cumplía con las tareas a que se debía (traer comida y conquistar y defender). Pero por alguna misteriosa razón histórica, que seguramente haya que atribuir a la rebelión del hombre contra las penosas condiciones de vida a las que la mujer, o mejor habría que decir su fealdad innata, le arrojó, el bio-macho fue consciente de que tras largas eras cazando y guerreando como un simio anormal, había adquirido ciertas dotes que le permitían gobernar sobre sus mujeres. (por supuesto a partir de este momento las tareas que hasta entonces habían resultado más penosas, pasaron a convertirse en las actividades más nobles por ser aquellas en las que el bio-macho era más diestro a su pesar) De ahí que el hombre siempre ande oscilando entre su deseo irreprimible por las zorras de buenas cachas (aquellas que le tuvieron arrojado en un tiempo a su miserable condición) y su conveniencia de emparentarse con alguna pobre desgraciada vergonzosa de su feminía (¿existe algo parecido a la hombría en las bio-mujeres?).
La amazona es por tanto el personaje ambiguo y peligroso por antonomasia, pues sin dejar de ser una espectacular mujer curvilínea y cárnica, sabe de la necesidad de forjarse unas buenas dotes guerreras para evitarse penosas dominaciones.
Benditas sean las mujeres que hacen ostentación de sus muslos, sus culos, sus vientres, sus coños y sus tetas. A estas es a las que solemos llamar zorras a falta de una palabra mejor. En realidad no deja de ser sintomático el hecho de que el canon de belleza que nos entrega la moda de pasarela sea una "mujer" lánguida, escuálida y ambigua (en el sentido raquítico de la palabra). Lo cierto es que incluso las bolleras más king no creo que dejen de hacer otra cosa que buscar desesperadamente con sus lenguas las tetas y coños de sus compañeras. No nos engañemos, la relación convencional es sublimación y la sublimación es desexualización (¿por qué extrañarse entonces de los fracasos por aburrimiento del modelo tradicional de pareja?). Es difícil rondar el concepto belleza, pero lo que está claro es que lo bello no consiste en ninguna figura urania que nos dé el concepto de lo bueno, sino que sería más bien producto de una acumulación de fuerzas que tienen en primer lugar un carácter sexual, sádico y por tanto "malo". Lo bello sublimado es por tanto la falacia del matrimonio y de las instituciones mientras que lo bello sexual sería aquello que funcionaría como resorte de nuestro deseo.
Cada uno hemos sido dotados de una serie de cavidades y abultamientos, de líneas y curvas (vectores en suma), que yo no me atrevería a llamar atributos, modificables quirúrjica y hormonalmente, y con ellos perseguimos crear una gran obra de arte. Podemos renegar de ellos porque estimemos que no nos ayudan a componer la gran obra que perseguimos, pero no por ello digamos que nos hemos pasado al otro bando. Lo fácil es establecer que como el pene se acopla más o menos bien a una vagina, pues la mujer y el hombre componen un binomio natural irremplazable. Me parece muy bien, pero entonces no devaluemos el trabajo del niño que ha forzado el acoplamiento de dos piezas de su puzzle o su lego. Me podrán replicar, resultando del todo anticuados, que la reproducción es cosa de un hombre y una mujer y yo les contestaré que enhorabuena, quedaros con vuestras máquinas de babear y joder vidas. Además ya no se trata de un hombre y una mujer sino de entidades biológicas mucho más pequeñas a las que les importa un rábano si su continente tiene barba y pene o unas buenas tetas o ambas cosas.
El hombre no es dominador por algún supuesto atributo o dote natural que le confiera más fuerza o inteligencia o alguna predisposición especial para el dominio. El hombre es o era simplemente más feo y más descuidado y por eso se vio abocado a las tareas más ingratas (la caza, la guerra...). Siempre es mejor estropear o poner en riesgo una cosa peluda con un colgajo de pene y testículos que una buena hembra tetona y muslona. También es posible que la fealdad congénita del hombre se tradujera en una líbido más cuantiosa que le forzara a procurarse la belleza a través de la relación sexual con la mujer y que ésta le chantajeara entonces con privarle de ese placer si no cumplía con las tareas a que se debía (traer comida y conquistar y defender). Pero por alguna misteriosa razón histórica, que seguramente haya que atribuir a la rebelión del hombre contra las penosas condiciones de vida a las que la mujer, o mejor habría que decir su fealdad innata, le arrojó, el bio-macho fue consciente de que tras largas eras cazando y guerreando como un simio anormal, había adquirido ciertas dotes que le permitían gobernar sobre sus mujeres. (por supuesto a partir de este momento las tareas que hasta entonces habían resultado más penosas, pasaron a convertirse en las actividades más nobles por ser aquellas en las que el bio-macho era más diestro a su pesar) De ahí que el hombre siempre ande oscilando entre su deseo irreprimible por las zorras de buenas cachas (aquellas que le tuvieron arrojado en un tiempo a su miserable condición) y su conveniencia de emparentarse con alguna pobre desgraciada vergonzosa de su feminía (¿existe algo parecido a la hombría en las bio-mujeres?).
La amazona es por tanto el personaje ambiguo y peligroso por antonomasia, pues sin dejar de ser una espectacular mujer curvilínea y cárnica, sabe de la necesidad de forjarse unas buenas dotes guerreras para evitarse penosas dominaciones.

bendito tu que sabes dejar siempre satisfecha a una amazona, benditos tu espada, arco y flechas, bendito tu cuerpo y tu inteligencia. Bendito el amor que te profeso y el que espero me concedas. Bendito, mi adorado acefalo, Rey de Reyes.
ResponderEliminarhundra lunaire
No se de donde coño has salido especie de monstruo...pero me gustas.
ResponderEliminarSi señor.No suelo escribir esta serie de alagos.Siga usted con su obra!!!