Se sienta a mi lado. El escenario es simple. Dos asientos contiguos en el autobús. Se sienta abriendo ligeramente las piernas. Justo en ese momento deseo acercar mi mano a ese vértice cavernoso que une sus extremidades. La acerco e introduzco la mano, fría como un puñal, igual que me recibe su sexo frío, diamantino y viscoso. Pero no me detengo, mi mano continúa su perversa prospección, gira rechinando y sube atravesando sus cálidas entrañas. Imagino su rostro demudado, absorto y dolorido, ¿o no? Cuando mi brazo ha penetrado por completo, mi mano se cierra como una tenaza de óxido y empujo hacia afuera con toda la fuerza que mi curiosidad me permite. En mi mano yace ahora un informe cuajarón de sangre y vísceras. No huele, por lo que imagino que tampoco tendrá mucho sabor. Quiero enseñarle su viscosidad, quiero mostrarle lo que hasta ahora la ha sostenido en la vida biológica y que ahora no es más que un cúmulo de informes despojos. Desearía que hiciera lo propio conmigo, en un gesto de amor brutal, pero cuando uno da el otro recibe, y la dádiva recíproca se vuelve imposible. Sin embargo una sonrisa bastaría para demostrar que está conforme...
Nuestra carne, y con ella nuestro amor, chorrean por entre viscosas sinuosidades. Desde el líquido amniótico que nos cobijó en el seno materno, hasta las putrefactas licuefacciones que insinúan nuestro esqueleto, la vida se desliza por el resbaladizo mundo de lo viscoso. También el terror tiene la textura de lo viscoso. Ohh, Nyarlathotep, yo te invoco. Ohh Yog Sothoth, yo te invoco...Lo viscoso numinoso con sus tentáculos más allá del cosmos acarician nuestras noches de terror. O dulce carne que apareces cuando eres desgarrada por el deslumbrante cuchillo...
Ohhh dulce flujo vaginal, ohhh dulce semen. Oh dulce saliva y dulce tinta que desveláis la lúbrica naturaleza del lenguaje...
¿Y el cerebro?
Nuestra carne, y con ella nuestro amor, chorrean por entre viscosas sinuosidades. Desde el líquido amniótico que nos cobijó en el seno materno, hasta las putrefactas licuefacciones que insinúan nuestro esqueleto, la vida se desliza por el resbaladizo mundo de lo viscoso. También el terror tiene la textura de lo viscoso. Ohh, Nyarlathotep, yo te invoco. Ohh Yog Sothoth, yo te invoco...Lo viscoso numinoso con sus tentáculos más allá del cosmos acarician nuestras noches de terror. O dulce carne que apareces cuando eres desgarrada por el deslumbrante cuchillo...
Ohhh dulce flujo vaginal, ohhh dulce semen. Oh dulce saliva y dulce tinta que desveláis la lúbrica naturaleza del lenguaje...
¿Y el cerebro?
